15 Sep 4 botellas con historia
Índice de contenidos:
- Evolución de las botellas: de recipiente a valor de marca
- Sifón Geiser
- Gaseosa La Casera
- La litrona Xibeca
- Coca-Cola Contour
- Las botellas de hoy
Evolución de las botellas: de recipiente a valor de marca
A través del tiempo, las botellas han pasado de ser un mero recipiente donde colocar el producto para consumir o guardar, a ser una parte importante del proceso logístico de las empresas condicionando sus operaciones productivas, de manipulación, transporte y almacenaje.
Pero a menudo, el culto a una bebida se construye a partir de valores emocionales que definen una personalidad para la marca, valores que no se construyen únicamente en base a razones lógicas. Algunas empresas han pensado en sus botellas como un elemento emocional para su marca, construyendo auténticos mitos e iconos de la industria.
Para estas marcas, el diseño de esa botella formaba parte de algo más que un simple contenedor del producto vendido. Era el símbolo de su propuesta de valor con la que se sentían identificados sus consumidores.
Hoy en día, sin embargo, existen otras prioridades a tener en cuenta, como la sostenibilidad, la economía circular, la optimización de costes y espacio, etc. Factores que a pesar de todo no impiden que todavía existan oportunidades para diferenciarse y destacar gracias a empresas apasionadas por la innovación y el diseño.
Veamos aquí algunos ejemplos singulares de botellas que han pasado a la historia por diferentes motivos.
Sifón Geiser
Según la Real academia Española (RAE), sifón es una botella, generalmente de cristal, cerrada herméticamente con una tapa por la que pasa un sifón, cuyo tubo tiene una llave para abrir o cerrar el paso de agua cargada de ácido carbónico que aquella contiene.
Vía: La Sifonería para Guía Repsol
Más allá de la definición de la RAE sobre esta bebida, el sifón forma parte de la historia de nuestros refrescos y su uso ha marcado toda una época y una industria floreciente en medio mundo.
Las bebidas refrescantes nacieron hace más de dos siglos, a finales del XVIII. Muchas de ellas tuvieron su origen en el ámbito de la farmacia y se solían tomar para paliar pequeñas afecciones.
Los primeros refrescos conocidos se elaboraban a base de agua natural o aguas gaseosas naturales, que se combinaban con frutos y edulcorantes como la miel u otros jugos azucarados.
El primer paso que dio lugar a la elaboración de los refrescos modernos se produjo a finales del siglo XVIII, cuando comenzó a utilizarse el término “soda” para denominar a una bebida elaborada a partir de agua, bicarbonato sódico y anhídrido carbónico.
Entre las diferentes clases de soda, el agua ácida solía recomendarse para problemas como la acidez, indigestión o, incluso, la gota. A su vez, la de Seltz se tomaba, por su agradable sabor y por sus propiedades médicas, para bajar la fiebre, tratar dolencias estomacales o alteraciones nerviosas.
En las primeras décadas del siglo XIX, los refrescos trascendieron los usos pseudo-terapéuticos y se hicieron habituales en el ámbito familiar, convirtiéndose en las bebidas ideales para acompañar comidas y cenas.
Para atender a la demanda de los consumidores, los fabricantes tuvieron que adaptar también sus envases y sus sistemas de distribución y fue así como se empezaron a diseñar botellas cuya forma distinguía su producto del resto.
Sanmy es una de las empresas con más tradición en la elaboración de bebidas refrescantes y la más antigua en España. Su historia se remonta ya a la cuarta generación, desde que, en el año 1895, los hermanos Puértolas empezaran a fabricar bebidas en su primera fábrica en Barcelona.
Francisco y Santiago Puértolas Ramón, originarios de Aragón, llegaron a Catalunya para cumplir el servicio militar. En 1890, cuando se licenciaron, comenzaron a trabajar en una pequeña fábrica de gaseosas y sifones de Barcelona en la calle Aribau. Unos años más tarde, compraron la fábrica y empezaron su propio negocio.
Hoy cuenta con más de 180 referencias y 60 marcas en el mercado, siendo el sifón Geiser una de sus insignias.
Vía: Sanmy
Tras una larga historia, Sanmy ha logrado evolucionar con los tiempos y, a la vez, mantener el carácter familiar y seguir siendo una empresa embotelladora independiente.
Gaseosa La Casera
Vía: Expansión
Un producto clave y pionero en la historia de las bebidas refrescantes en España ha sido la gaseosa. Esta bebida, que lideró el mercado durante años, ha estado presente -sola o combinada con otras- en el día a día de los españoles durante más de un siglo.
Se comenzó a fabricar a gran escala a comienzos del siglo XX y se popularizó aún más en los años 50. En aquella época existía un sinfín de marcas, muy locales y de elaboración artesanal hasta que en 1949 nace La Casera, que se convertiría en la primera gran marca de gaseosa nacional.
Eran botellas de cristal transparente que transmitían una idea de limpieza e higiene, permitiendo ver el producto, y que se cerraban con un tapón mecánico de cabeza de porcelana, en lugar del tradicional cierre de corcho.
Para que las amas de casa conocieran el producto, un repartidor en bicicleta de tres ruedas regalaba por los barrios las botellas. El ama de casa se quedaba con el casco y si quería una nueva tendría que pagar 1,20 pesetas, un lujo para aquella época.
A la botella de medio litro se sumaron los nuevos sabores a naranja y limón, lo que le convirtió en el refresco familiar por excelencia durante varias décadas.
Vía: Cinco Dias/El País
Durante los 80 se creó una línea de hostelería apoyada en la conocida frase “si no hay Casera, nos vamos”, un slogan que todavía se recuerda y durante los 90 y el cambio de siglo continuó adaptándose al gusto del consumidor ampliando su línea de sabores.
La litrona Xibeca
Vía: Cocina con poco
Pese a los tópicos y el clima, la relación de los españoles con la cerveza es mucho menos fluida que la de nuestros vecinos del centro de Europa. España es un más que solvente fabricante de cerveza, pero este derivado de la cebada compite en nuestras mesas con un histórico como el vino y, en menor medida, con vermuts, cavas o incluso sidras. Según el portal de datos Statista, España ocupa el 22º puesto europeo en consumo de cerveza con 52 litros por persona, muy alejada de los puestos de cabeza con República Checa (142 litros), Austria (107 litros), Alemania (100) y Polonia (98).
La producción industrial de cerveza en España nace en 1856 en Barcelona, gracias a la que es oficialmente la primera cervecera industrial española, Moritz, fundada por el alsaciano Louis Moritz Trautmann. Le sigue también en la Ciudad Condal el nacimiento de Damm en 1876 de la mano de un paisano suyo, August Kuentzmann Damm. Madrid tampoco es ajena a esta tendencia y en 1890 el francés Casimiro Mahou funda su empresa de Cerveza y Fábrica de Hielos, precursora obviamente del actual grupo Mahou-San Miguel. Curiosamente ese mismo año nacía a más de 11.500 kilómetros de distancia el otro socio que da nombre al grupo, pues San Miguel fue fundada por el empresario Enrique María Barretto en Manila (Filipinas) durante la dominación española.
Cada comunidad de España es un mundo y tiene sus propias costumbres y preferencias, por lo que un madrileño no beberá necesariamente la misma marca que un gallego, ya que el territorio se encuentra muy dividido geográficamente, gracias al efecto fábrica que históricamente ha facilitado la distribución de esta bebida.
Xibeca o Xibeca-Damm emerge como una reconocida marca cervecera, elaborada en Barcelona y Mallorca para el disfrute local, bajo el amparo de SA Damm. Su presencia mayoritaria se encuentra en el mercado nacional. Esta cerveza lager de estilo Pilsen exhibe un matiz pálido y una graduación alcohólica moderada (4,6°), comúnmente distribuida en formato de un litro, apelando a su accesible precio. Concebida en los años finales de la década de 1960, la etiqueta «Xibeca» surgió como una alternativa al vino tinto de mesa, cuyo coste se alzaba en ese período. Esta bebida obtuvo una notoria popularidad en la década de 1970, especialmente en la región catalana.
Una marca casi centenaria que rompió con los hábitos de consumo en nuestro país y consiguió introducir el consumo de la cerveza en familia, gracias a su envase y sabor.
Coca-Cola Contour
La botella Contour tal y como se diseñó originalmente (izquierda) y tras su estilización para producirla en masa.
Vía: Coca-Cola España
Una botella diferente para acabar con la confusión.
Todo comienza en el año 1915. Coca‑Cola lleva embotellando su popular refresco desde el cambio de siglo, y cuenta ya con más de 1.200 acuerdos a lo largo y ancho de Estados Unidos. Sin embargo, a punto de cumplirse 30 años, la compañía se enfrenta a un importante reto: los imitadores.
A pesar de los intentos de evitar la confusión de los consumidores con la introducción de una etiqueta con forma de diamante en 1906, en esa época existían en el mercado una gran variedad de bebidas con nombres similares nacidas al calor del éxito de Coca‑Cola: Koka-Nola, Ma Coca-Co, Toka-Cola, Koke… que incluso utilizaban logotipos y etiquetas parecidos.
Vía Coca-Cola España
Por si eso no fuera suficiente, las botellas antiguas de Coca‑Cola, de líneas rectas, se vendían habitualmente refrigeradas en barreños de agua fría, por lo que las etiquetas se despegaban fácilmente y, como esas botellas eran todas muy parecidas (y cada embotellador usaba una diferente), resultaba complicado distinguir Coca‑Cola de la competencia antes de dar el primer sorbo.
La solución que encontraron los directivos de Coca‑Cola fue una que cambió para siempre la forma de beber: lanzar una botella inconfundible.
Una botella reconocible en la oscuridad
Así, en abril de 1915, la Asociación de Embotelladores de Coca‑Cola decidió invertir 500 dólares (que en la época era mucho dinero) en el desarrollo de una botella sin parangón. Se contactó en total con 10 empresas cristaleras, a las que se propuso un reto tan sencillo en su exposición como complejo en su ejecución: “crear una botella tan inconfundible que se pudiera reconocer por su tacto en la oscuridad o incluso rota en el suelo”. Además, no debía llevar etiquetas, pues estas podían desprenderse.
El sueco Alexander Samuelson diseñó la botella Contour.
Vía: Coca-Cola España
El diseño propuesto por Samuelson fue el claro vencedor cuando directivos de Coca‑Cola y las compañías embotelladoras se reunieron a principios de 1916 para escoger la botella que usarían a partir de entonces, aunque se acordó que las formas se estilizarían ligeramente para facilitar la producción, dando lugar al diseño que todos conocemos y reconocemos hoy.
Un éxito económico, pero también cultural
La introducción de la botella Contour supuso todo un éxito para Coca‑Cola, que gracias a ese movimiento consiguió que su producto fuera no solo muy complicado de imitar, sino que además fuera reconocido casi inmediatamente por el consumidor, que distinguiría una botella de Coca‑Cola al instante por sus curvas, el tacto del logo en relieve o el color verde del vidrio, denominado “verde Georgia” en homenaje al Estado natal de la compañía. Gracias a esta nueva botella, en 1928 las ventas de Coca‑Cola embotellada superaron por primera vez a las de surtidor.
Su influencia en la cultura ha sido tal que muchos artistas la han incorporado en sus obras. El primero fue el español Salvador Dalí, en su Poetry of America de 1943, al que siguieron otros como Paolozzi o Rauschenberg. Sin embargo, el impulsor de la botella Contour como icono del pop art fue Andy Warhol, quien la utilizó en su exposición The Grocery Store, junto a otros de sus motivos principales como las latas de sopa Campbell’s.
En 1950 apareció en la portada de la revista Time, convirtiéndose en el primer producto comercial en hacerlo. Originalmente, la revista quería a Robert Woodruff, CEO de la compañía en aquel momento, pero él se negó, argumentando que la marca era más importante y que esta debía ser la protagonista.
Pocos han podido evitar sucumbir a sus encantos y muchas leyendas del mundo del cine, de la música, incluso de la ciencia o la política, han posado con la botella. Marilyn Monroe, Elvis Presley o Ray Charles aparecieron junto a este símbolo del consumo y del arte.
La botella Contour de Coca-Cola, más viva que nunca
Esta es la apasionante historia de una botella que nació para ser única y ayudar a luchar contra los imitadores, y que ha acabado convirtiéndose en un icono de nuestro tiempo y en una muestra de que el diseño industrial moderno puede crear piezas de arte que responden a la vez a una necesidad.
Las botellas de hoy
Como podemos observar esos recipientes iniciales, que debían llamar la atención de consumidores para diferenciarse de la competencia, evitando confusiones, con el tiempo han pasado a formatos más “comerciales”.
Formatos adaptados a la distribución, a la venta en libre servicio, a las cámaras de refrigeración de bares y restaurantes, a las neveras domésticas, al reciclado, etc… con requerimientos capaces de conjugar grandes cantidades de producción y consumo.
Un escenario que le da un papel mucho más importante a la personalización del envase a través de su etiquetaje. Etiquetas, sleeves y todo tipo elementos de identificación del producto sirven ahora como vehículo para transmitir la imagen de muchas marcas.
Es aquí donde Rieusset como especialista en fabricación de etiquetas y embalaje flexible, ofrece todo tipo de soluciones de alta calidad en impresión de huecograbado y digital, para vestir esas botellas y colaborar en que algún día también formen parte de la historia.
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